El grupo, esa comunidad de desconocidos que flotan en el mismo espacio mental o circunstancial.

El grupo, esas personas increíbles y sorprendentes que con mayor grado de conocimiento o experiencia, se prestan a socorrerte en cualquier momento, con total disponibilidad y generosidad.

El grupo:  Mónica, Beatriz, Paula, Rafa, Enrique, Virginia, María, Yolanda, Ana Rosa y tantos otros….  personas con identidad y vidas.  Personas que comparten esa misma sección de sufrimiento, lucha y esfuerzo.

Personas distintas.

Personas unidas en un frente común:  romper una adicción, una mala relación con la comida.  Personas salvándose de ellas mismas.

Personas como yo.

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Siempre he hecho las cosas, sola.  Aun rodeada de mucha gente, he sentido un profundo aislamiento o incapacidad de expresar lo que sentía, o de que alguien comprendiera por qué, ante distintas situaciones, se disparaba mi hambre emocional.

¿A quién puedes explicarle que necesitas la anestesia de ciertos alimentos?  ¿o que te da paz y te calma sentarte ante una mesa de….?  -Muchas personas “normales” (y lo entrecomillo porque lo más anormal es la supuesta “normalidad”, ya que todos tenemos nuestras particularidades); pues como decía:  muchas personas “normales” no comprenden los impulsos que sentimos los gordos.  Eso que nos desata y nos aloca.  El punto justo de desvarío al que nos agarramos como si fuéramos revolucionarios tomando la Bastilla….  una Bastilla que es nuestra despensa o nuestra nevera.  ¿A quién explicar que no puedes controlarlo?  ¿Que no te hace feliz? ¿Quién puede comprender lo miserable que te sientes cuando eres incapaz de sujetarte y, a la vez, lo inmediato, lo urgente y salvaje que es ese boicot a uno mismo?

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El grupo, como llaman en Método Thinking a las terapias compartidas y al chat de WhatsApp que está abierto a cualquier hora, son la tabla de salvación cuando un thinker naufraga.  Personas a las que tal vez no pones cara, pero tienes sus palabras de aliento, de ánimo, de consuelo y de energía.

Personas más familiares muchas veces, que la propia familia que te rodea.

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Nunca pensé que lo mejor de un método fuera el compartirlo.

Que la experiencia y práctica de los otros, fuera lo más eficaz y que mejores frutos diera en mi.

Que la fuerza de uno se multiplica cuando hay otro que te da, en el momento justo, el empujoncito, o la regañina, o el consejo que necesitas.

Que el vínculo que se crea entre quienes están haciendo un gran esfuerzo para conseguir un objetivo, se convierte en el cinturón de seguridad más efectivo.

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Porque todos podemos ser muy distintos.  Pero somos personas.  Y muy parecidas dentro de nuestra diversidad de afección de gordura o delgadez.  Porque nos une un sufrimiento común y una lucha común:  Recuperar el control de nuestros cuerpos y nuestras vidas.  Sanar nuestras mentes que han sido manipuladas por una “bestia” llamada adicciónmala relaciónhambre emocional….  es decir:  “lo otro” que toma el control en vez de nosotros.

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Ya no hay soledad en la multitud.

Ya no contengo el grito desesperado.  

No me siento un bicho raro.

Ahora puedo preguntar.

Puedo aprender de otros.

Puedo pedir (cómo cuesta pedir!), cuando necesito Socorro.

Y es gracias a vosotros:  Mi grupo.

Gracias de todo corazón !

Autor: It (thinker)